Durante el periodo de la reconstrucción de la mixteca de Puebla, visitamos algunas de las comunidades que se vieron afectadas por el sismo; conversamos con algunas personas, conocimos algunas historias y aprendimos con ellos.
Algunas de historias que escuchamos en la mixteca:
I. La soledad
Mi mirada solo distinguía manos, manos de distintos tamaños moviéndose alrededor de un círculo que, a manera de contenedor, sostenía una variedad de frijoles recién cosechados. Dos mujeres –cada una con su respectivo hija/hijo– pizcaban, seleccionaban y separaban los distintos frijoles que acababan de desenvainar.
—¿Por qué los separan? —les pregunté. La concentración que tenían mientras hacían lo que hacían no facilitaba la conversación. Con un lento regresar a la voz me dijeron:
—A los niños no les gusta el caldo negro de frijol. Los cafés son para hacer sopa, los negros para hacer las pasta de los tlacoyos y los otros son para comer con el arroz.
Obviamente desde mi condición urbana e ignorante de todo saber agricultor, les mencioné de la conveniencia de sembrarlos separados y ahorrarse así esta trabajo. Si bien no parecía molestarles, a mí me generaba una eternidad.
Ahora, si su atención a mi pregunta fue inmediata y totalmente proporcional con la absurdo de la misma, sus caras sonreían de desesperación ante semejante conclusión de alguien que recién llega (y sin conocerlas) a decir cómo hacer lo que ellas no sabe hacer. Me contestaron (o quizá me contaron una historia):
—Los sembramos separados, los frijoles crecen en el piso, son guías que crecen pegadas a la tierra y se van entrelazando, no podemos controlar a dónde van a parar, empiezan en un lugar y terminan en otro.
Sigo sin saber si la historia fue una clase de tecnología agrícola o una metáfora de la vida misma. Decidí callarme y dejar que acabaran su tarea con tranquilidad, yo solo iba a conocer su nueva casa.
Herlinda forma parte de una de las familias que, afectadas por el temblor, fueron seleccionadas para el programa de reconstrucción de viviendas de la sierra de Puebla. Dicho programa lo comanda el organismo Empresarios Unidos por Puebla, a quien la Fundación Jenkins donó 50 millones de pesos.
Esos donativos se han encaminado a re-construir viviendas, así como iglesias y templos. Desde 1954 la reconstrucción es parte de los programas de asistencia social de Fundación Jenkins.
II. El barro
Desde el pasado mes de octubre en San Francisco Tepango, Noe Torres y su familia habitan una casa nueva. Durante las conversaciones que tuvimos con ellos, nos contaron a qué se dedican y nos describieron el proceso que tienen que seguir para conseguir el barro que venden a las comunidades vecinas.
III. Cohuecan y Nueva York
Doña Margarita vive en el municipio de San Bartolo Cohuecan, una de las poblaciones afectadas por el sismo de septiembre de 2017. Las hijas de Margarita radican en Estados Unidos, forman parte de la comunidad poblana que vive en la ciudad de Nueva York y una vez al año viaja a visitarlas. Doña Margarita prefiere la libertad del campo poblano que la vida en la ciudad de Nueva York. Ella se dedica a vender barro en la mixteca poblana.